Para dar idea de la operación de un sistema recursivo se plantea el siguiente ejemplo que consta de un símbolo axiomático inicial y de dos reglas, de la siguiente manera:
Axioma inicial: S
R.1 S→ W
R.2 W→ W + W
Entonces, la
flecha se interpreta como la instrucción de reemplazar el símbolo de la
izquierda por la cadena de símbolos de la derecha. Al aplicar la primera regla
(R.1) obtendremos la línea W; al aplicar la segunda regla obtendremos la línea
W + W; al aplicar otra vez la segunda regla (sustituyendo un caso de W por la
cadena W + W) obtendremos la cadena W + W + W.
Quedaría así:
1.
W ( al
aplicar R.1 del ejemplo anterior)
2.
W + W ( al aplicar R.2)
3.
W + W + W (
al reaplicar R.2 a la línea anterior);
4.
W + W + W + W
(al reaplicar R.2 a la línea anterior)
Y así
sucesivamente sin fin. En una palabra la aplicación continuada de estas dos
reglas enumera o especifica (técnicamente se dice ‘’genera’) un conjunto
infinito de cadenas de la forma W, WW,WWW,WWWW… (Prescindiendo de + como
símbolo de concatenación).
Un elemento
como S en este ejemplo se llama elemento recursivo debido a que las cadenas
derivadas de él pueden, a su vez, contenerlo.
Es así, como
se dice que la gramática tiene que ser un sistema de procesos recursivos capaz
de generar o especificar todas las oraciones generadas. Además, es importante
que aunque una frase no sea ‘’aceptable’’ no quiere decir que no es
‘’gramatical’’.
Por lo tanto,
no solo fue Chomsky el primero en introducir este y otros modelos de gramática
formales, sino también el primero en estudiar a fondo sus propiedades
matemáticas.
Chomsky
empezó por demostrar, en su importante artículo de 1956, que no hay autómata de
estados finitos, por muchos estados que tenga, capaz de representar una lengua
natural; que la gramática ahormacional, aunque con más alcance, resulta también
resulta también inadecuada y que solo una gramática transformacional es capaz
de generar la aproximación más parecida (por el momento) a una lengua humana.
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